domingo, 21 de febrero de 2010

Y llueve, llueve, llueve...


Sin parar. El cambio climático desorientado, es decir, que lo mismo te manda a la sequía más extrema o tener que pensar en construir el arca de Noé. Así andamos en estos lares del sur de Europa. Sin medias tintas. Pero ayer asomó el sol, y como me decía Juan, el de la gasolinera, parecemos ingleses, extrañados por tanta luz.

Corriendo nos fuimos Claudia y yo, desesperados, a hacer cosas, muchas cosas, todas las que el día sin lluvia nos permitiera. Compramos ocho gallinas para reponer el gallinero, limpiamos la cuadra y el gallinero, arreglamos la puerta de entrada a la huerta y podamos unos veinte olivos. Cuando la luz se estaba disolviendo entre las cortinas oscuras de la noche, los riñones se resentían , y la satisfacción nos recorría desde la punta de los dedos de los pies hasta la coronilla, nos fuimos soñando con las ovejas que aún tendríamos que comprar, el burro adecuado que no encontramos, la prolongación pendiente del gallinero...Es un regalo de los dioses tener una hija como Claudia. Estimuladora, soñadora, generosa, cariñosa, bondadosa, compañera de las causas imposibles, íntegra, honesta, y muy fuerte en sus principios.

Menos mal que ayer doblamos el lomo, porque hoy diluvia desde que amaneció. Es la misma borrasca que acaba de asolar la isla de Madeira provocando decenas de muertos. Y dicen que durará toda la semana.

Y ahora estamos en crisis-dicen- porque el déficit público y la deuda del país es muy alta. Carajo, parecemos idiotas. Pero esto no lo provocó el enorme fraude financiero de las hipotecas basura, la especulación de los mercados financieros, y la voracidad estúpida de las constructoras. Acaso no era imprescindible cambiar el modelo productivo para evitar lo ocurrido y de paso combatir el cambio climático. ¿Dónde ha ido la ingente cantidad de recursos que los estados han dado a los bancos para tapar sus verguenzas? Que devuelvan el dinero y sus intereses de desempleados creados, empresas hundidas y tristezas generadas en tantas personas que posiblemente nunca leían los periódicos, ni jugaban a la bolsa ni conocen cómo funciona ese espacio miserable que llaman los mercados financieros. Yo tampoco los conozco aunque lea todos los días tres periódicos. Aún no he podido vislumbrar con claridad las ventajas de esta globalización que nos permite ser bombardeados por todos los bandoleros financieros desde cualquier rincón del mundo y los jóvenes ilusionados de Africa se vayan ahogando en el pozo negro del Mediterráneo porque ni a nado se les permite llegar a nuestra orilla. Los prefiero a la peste putrefacta de cuello blanco de Walt Street.